¿Pueden cambiar los homosexuales? Por Esly C. La pregunta que da título a esta nota, con demasiada frecuencia, ha quedado postergada. En muchos casos, las personas se han sometido a la idea de que la homosexualidad es genética. En otras situaciones, por la falta de información, realmente no saben qué pensar. En este artículo queremos presentar una palabra sumamente importante: esperanza. Queremos ofrecer esperanza a las personas que luchan con dificultades o sentimientos homosexuales y a sus familiares, y también colocarnos en una postura de misericordia y comprensión para que la iglesia la adopte cuando pastorea a personas que buscan ayuda en tales dificultades. Hace algunos años escribí una monografía titulada Homosexualidad: Acercamientos cristianos, donde detallé las tres posturas básicas de la Iglesia Cristiana en cuanto a la homosexualidad: posesión demoníaca, desvío de conducta y estilo de vida alternativo. En general, los cristianos no estamos de acuerdo con esta última posición. 1 En este artículo queremos presentar las causas que llevan a la homosexualidad y las posibilidades de que, quienes luchan con dificultades homosexuales, logren un cambio. Además deseamos ofrecer una postura que signifique una ayuda pastoral a los que confrontan esta situación en sus circunstancias pastorales. Hace más de diez años apareció el libro de la doctora Elizabeth Moberley, Homosexuality: A New Christian Ethic, que revolucionó el pensamiento cristiano acerca de la homosexualidad. Después de años de investigaciones y lecturas científicas, especialmente de trabajos publicados sobre este tema, Moberley ofreció una nueva comprensión de las causas de la homosexualidad. Antes, especialmente por la influencia de Freud, se pensaba que el problema residía en la dificultad para relacionarse con el sexo opuesto, inconveniente que vendría de la primera infancia. Moberley desafió esta comprensión y afirmó que la dificultad radicaba en la relación con el mismo sexo, especialmente con el progenitor del mismo sexo. Cuando nace un niño (varón) se enfrenta con algunas tareas emocionales significativas. En el caso de un varón, habiendo nacido del cuerpo de una mujer, su madre, tiene que desidentificarse con ella para identificarse con la figura masculina, su padre. De cierta manera, podríamos decir que tiene que dar un salto paradigmático a muy temprana edad, un salto en el vacío, programado por Dios. Debe recibir de su padre el amor, la aceptación y la confirmación necesarios para seguir en su proceso de desarrollo psicosexual según su sexo. Si por alguna razón esto no ocurre, surgen consecuencias graves para el niño, una de las cuales puede ser la falta de madurez emocional psicosexual que lleva a una orientación homosexual. 2 Esta carencia de una relación positiva, íntima y satisfactoria con el padre significa un vacío emocional y necesidades insatisfechas que la madre no puede suplir porque es un asunto de varones. 3 Muchas circunstancias rompen la relación entre el hijo y el padre, por ejemplo: padres violentos que no se acercan a sus hijos con una actitud positiva; padres ausentes, física y/o emocionalmente; hombres que no logran tener una relación físicamente afectiva con sus hijos, muchos porque nunca la tuvieron con su propio padre. Algunos niños piensan inconscientemente: «si ser hombre es ser como mi papá, ¡no quiero ser hombre…! ¿Qué les queda? El vacío de identidad o identificarse con una figura femenina. Con las niñas puede suceder algo parecido, pero como nacen de una mujer, el proceso de identificación es más sencillo, ya que la misma madre les sirve de modelo. Quizás por esta razón haya una proporción de 25 lesbianas por cada cien homosexuales varones. Si la niña no hace el proceso de identificación con una madre que apruebe y confirme su femineidad, puede sobrevenir en su vida el lesbianismo. Volvamos al ejemplo del varón. El niño va creciendo con el vacío del amor y de la aceptación que necesita de su padre. Al ingresar en la nueva etapa de la pubertad, la necesidad de amor paterno se erotiza, justo en un momento de descubrimiento y experimentación sexuales propios de esa edad. En esa situación el niño es muy vulnerable a un encuentro homosexual. Como dice mi amigo, Brad Sargent, ¡el chico sale en búsqueda del amor de su padre en los brazos de otros hombres! Si siguen los encuentros con otros hombres, el descubrimiento del sexo anónimo, o la ilusión de haber encontrado la persona correcta en la compañía de otro hombre, se establece el patrón de conducta que lleva a un estilo de vida gay. En otras palabras, el joven busca llenar una necesidad emocional con la actividad sexual, sin embargo, la actividad sexual nunca va resolver el problema. Sy Rogers, conferencista internacional, me comentaba que el ochenta por ciento de las personas que lo buscaban en su ministerio, solicitando ayuda para abandonar la homosexualidad, tenían una historia de abuso sexual en la infancia o en la adolescencia. Sin excepción, todos eran cristianos. Esto no significa que todas las personas que fueron abusadas sexualmente terminarán siendo homosexuales, sino que el abuso sexual contribuye a coartar el desarrollo psicosexual posibilitando en algunas personas inclinaciones homosexuales. Por lo que ya hemos dicho, podemos entender por qué las madres no pueden resolver la situación de sus hijos varones. La verdad es que ellos necesitan el amor de su padre, un hombre que los ame y les afirme en su identidad sexual. Por esto de nada vale decir: fui madre y padre de mis hijos. Quizás las mujeres pueden hacer cosas de padres, pero no logran brindar a los hijos varones el amor de un hombre, que tanto necesitan. Mirando la estructura y la dinámica familiares de nuestra cultura, se aprecia el grave problema que enfrentamos como sociedad. Lamentablemente, la crianza de los hijos (y la educación religiosa), ha sido delegada a la mujer. Me acuerdo de un amigo que me comentaba de un conocido suyo, que lloraba en su presencia al compartir que su hijo era homosexual: ¡Hice la mejor cosa que podía hacer como padre: entregué mis hijos a mi esposa para que ella los criara! En general, a los hombres en nuestra cultura no se les ha enseñado a ser padres: tiernos, amorosos, firmes pero afectuosos, atentos, comprensivos, padres que aprueben a sus hijos. Más bien, se les ha inculcado que ¡los varones no lloran!, ¡el hombre tiene que ser macho!, etc. Los hombres, se les ha dicho, no deben mostrar sus emociones y mucho menos a otro hombre, ni siquiera a sus propios hijos. ¡Y todo esto se difunde para que los hijos no sean homosexuales! ¿Qué hacer? ¿Cómo podemos ayudar a las personas que se encuentran en esta situación? Me gustaría compartir con ustedes algunas ideas provenientes de mi práctica psicoterapéutica. Ayuda para quienes tienen atracción al mismo sexo1. No creo que la homosexualidad sea biológica, genética, o que la gente nazca así. El lobby gay, movimiento político que tiene mucho que ganar económica y políticamente, quiere que creamos esta mentira. Muchos de los estudios científicos que esgrime tienen graves fallas metodológicas. Son hechos por investigadores gay. 5 Nadie nace homosexual y por eso hay esperanza de revertir la situación. De hecho, muchas personas atestiguan haber salido de la vida homosexual. Sy Rogers dice que el pronóstico de recuperación de una persona con dificultades homosexuales es mejor que el de la gente que lucha con el alcoholismo. En conclusión, para ayudar a que alguien cambie, es necesario creer que esto es posible. 2. Por cierto, la sanidad no viene de la noche a la mañana. No conozco a ninguna persona cuya sexualidad haya sido restaurada milagrosamente, aunque no dudo del poder del Señor para hacerlo. En general, lo que veo como psicóloga es que la gente tiene que buscar la sanidad para ciertas áreas de su vida, como la relación con el padre, el vínculo con la madre, el campo de los recuerdos, en fin, las causas de las dificultades emocionales. Esto lleva tiempo. 6 Por otro lado, en la medida en que las heridas van sanando, la persona tiene que ir aprendiendo ciertas conductas que quizás no asumió en la edad apropiada. Por esto, en el proceso de sanidad hay dos etapas: un tiempo de terapia o sanidad (tratamiento de las heridas emocionales), y un período de aprendizaje de las conductas que no fueron adquiridas a su tiempo y de los modos de relacionarse que deberían haberse aprendido especialmente en la adolescencia, como, por ejemplo, el juego de coqueteo con el sexo opuesto, vestirse según su sexo, los gestos, etc. Muchas veces, las personas critican a los varones que han dejado la vida homosexual y están en proceso de restauración porque todavía se les ve afeminados. Dicen que esto comprueba su falta de restauración. Sin embargo, hay que recordar que la restauración y sanidad es realmente un proceso y el hecho de que la persona no esté conformada a un patrón cultural de masculinidad o femineidad no significa que no esté siendo restaurada. Simplemente, la restauración requiere tiempo. Sy Rogers, que vivió casi dos años como mujer antes de conocer al Señor y dejar la vida homosexual/transexual, le respondió a una persona que le hizo tal observación en un programa de televisión en vivo: ¡Estoy a años luz del tiempo en que me ponía medias de seda rosa y me pintaba los labios! 3. Sy Rogers también habla de la importancia de obedecer a Dios una vez emprendido el proceso de restauración. La obediencia no sana propiamente, pero protege de males peores, como el sida y demás infecciones de transmisión sexual, y coloca a la persona en una posición donde puede recibir sanidad. Me gusta el ejemplo del Antiguo Testamento de las seis ciudades de refugio, donde podía buscar protección cualquiera que hubiera asesinado a otro sin intención. El vengador de esa sangre derramada no podía tocar al asesino mientras estuviera en la ciudad de refugio. La obediencia nos pone en una ciudad de refugio. Si estamos obedeciendo al Señor, el enemigo no puede tocarnos. Si salimos del refugio de la obediencia, podemos ser atacados. 4. Creo que se debe establecer otra diferencia muy importante. La Biblia condena muy claramente la práctica sexual fuera del matrimonio, sea homosexual o heterosexual. Somos responsables porque podemos controlar nuestra conducta aunque no logremos controlar nuestras atracciones y emociones. La Biblia no condena la atracción homosexual, pero sí el comportamiento homosexual y heterosexual fuera del matrimonio. Esto debe servir de alivio: aunque una persona tenga atracciones hacia personas de su mismo sexo, mientras está en proceso de restauración y sanidad, no creo que esté pecando contra su cuerpo, (aunque hay tener cuidado de no caer en fantasías y lujuria), ya que muchos de estos impulsos vienen de un tiempo en el que la persona no tenía control sobre lo que le estaba sucediendo, sobre las experiencias a las que estaba siendo expuesta, como sucede en nuestra primera infancia. En cambio, todos tenemos que ejercer disciplina sobre nuestra conducta. Todos tenemos algo en nuestra vida a lo cual hemos de morir. Muchas veces hay cosas que han sido crucificadas, pero que todavía no están muertas. La posición del cristiano y la Iglesia1. La iglesia debe prestar atención a su propia actitud. ¿Discrimina a los homosexuales? ¿Hace chistes sobre ellos o usa palabras despectivas para referirse a ellos? En caso de que así sea, o cambia su actitud o cambia de ministerio. Las personas que están sufriendo necesitan de nuestro amor y apoyo, no de nuestra condenación o discriminación. 2. El cristiano debe guardar en secreto lo que las personas le comparten. Muchas personas han sido profundamente dañadas porque alguien le comentó a su mejor amigo, que a su vez le comentó a su mejor amigo, y así toda la iglesia conoció el secreto en cuestión de días o semanas. Mucha gente tuvo que dejar de asistir a una determinada congregación por falta de discreción de alguno de sus miembros. Las intimidades de los problemas homosexuales tampoco deben servir de ejemplos para el sermón dominical: «¡Esta semana me visitó un hermano que me comentó!» Nadie se atreverá a buscar al pastor o anciano que comparta con la congregación los secretos de sus miembros. Cuidado también con los ¡pedidos de oración que se transforman en chismes espirituales! «¡Señor, bendice a fulano, que está luchando contra sus deseos homosexuales!» 3. Para ayudar de veras a las personas que luchan con la homosexualidad, hay que estar dispuestos a andar con ellas. Esto significa ser visto públicamente con ellos, comer juntos en un restaurante, salir de compras juntos. Lo que más necesita la gente que está en proceso de recuperación es desarrollar una relación segura y protegida con hermanos en Cristo de su propio sexo, donde aprendan a relacionarse sanamente, donde aprendan con los hermanos lo que no aprendieron en su familia. Muchos creyentes se preguntan qué pensarán los demás si los ven junto con una persona en recuperación. Si ese es su modo de pensar, debe cambiarlo o no trabajar en el ministerio de recuperación de homosexuales. A Jesús también lo acusaban de comer con pecadores, pero no le importaba tanto su reputación como sanar a los necesitados.7 4. Hay que tener una actitud de compasión, pero sin solapar. Las personas en recuperación necesitan ser aceptadas como son, en donde están en su proceso. Esto no significa que tenemos que soportar descripciones gráficas de su pasado ni de sus conductas que no dan gloria al Señor. Como en cualquier situación de acompañamiento pastoral, hay límites, reglas, y una constante aproximación al ideal de Dios para los seres humanos. Cuando algún hermano cae en pecado, no debemos desestimar la importancia del hecho, sino comportarnos con compasión y misericordia cuando hay un arrepentimiento sincero y el compromiso convincente de seguir buscando al Señor en la lucha. Cuando la persona no toma este camino, a veces tenemos que tomar distancia y permitir que sufra las consecuencias de sus propias decisiones y acciones, como a veces tenemos que hacerlo aun con nuestros propios hijos. Finalmente, tengamos cuidado de ubicar al matrimonio como un medicamento contra la homosexualidad. Por un lado, el matrimonio jamás cura la homosexualidad. Hay muchas mujeres que se sienten responsables del fracaso de su matrimonio porque su marido las dejó por un hombre. Todo cónyuge ha tenido una vida anterior a su matrimonio. Suele suceder que en esa etapa un esposo como el de este ejemplo no haya sido honesto y no haya querido compartir con su novia su inclinación homosexual por temor a que ella no lo quisiese más. O quizás haya pensado sinceramente (pero sinceramente engañado), que el matrimonio iba curar su mal. Ningún pastor o consejero cristiano debe sugerir el matrimonio como medio de sanidad. Además, hay muchas personas que viven una vida doble: años engañando a su pareja sin compartir su terrible secreto hasta que el sida lo descubre. El matrimonio no es una señal de sanidad, aunque puede ser el resultado de un largo proceso de sanidad. Conozco a muchas personas que, después de llevar en serio su proceso de restauración, llegaron a casarse, personas para las cuales el matrimonio era algo absolutamente imposible e impensable. Dios es fiel, y culmina lo que empieza en la vida de sus siervos fieles. No debemos tener miedo de que las personas restauradas se casen porque hemos visto muchos matrimonios felices, hombres y mujeres que han dado testimonio del poder de Dios así como de la amistad y el apoyo de su cónyuge. Otros prefieren vivir solteros, lo cual también es un don de Dios. No hay que casarse para probar que se ha alcanzado la sanidad. Dios usa a cada uno según el estado civil en el que se encuentre. Espero que este artículo lleve mucha esperanza a todo el que tenga una vida tocada directa o indirectamente por la homosexualidad. Es mi convicción y mi compromiso compartir con todos, que los homosexuales pueden cambiar. Para Dios nada es imposible. «Papitos, abracen a sus hijos Notas: 1. Un colega mío dice que todos nacemos heterosexuales, pero algunos se quedan en etapas homosexuales su por falta de madurez en su proceso de desarrollo. Derechos autorales © 1996 Esly C. Todos los derechos reservados. Copyright © 1996 Esly Carvalho. Este artículo fue originalmente publicado en Misión de la Fundacion Kairos.
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